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Durante el mes de febrero hemos estado trabajando con el alumnado de 5º de Primaria el proyecto “Mi mayor tesoro”, en el que hemos analizado el cambio que experimentamos las personas con el paso del tiempo, y a su vez, cómo evoluciona la sociedad y el medio ambiente como consecuencia de nuestras actuaciones. Los chicos y chicas nos trajeron 2 fotografías de sus abuelos, una de cuando eran jóvenes y otra actual, y les preguntaron acerca de cómo era su vida en cada una de las fotografías, tomando nota de todo ello para compartirlo con sus compañeros.
En este proyecto trabajamos también los Objetivos de Desarrollo sostenible diseñados por Naciones Unidas para transformar el mundo, y cómo nuestras actuaciones han alterado el equilibrio del planeta que disfrutaban nuestros mayores en su infancia, afectando dichos desequilibrios y sus consecuencias climatológicas, fundamentalmente a los países más
desfavorecidos. A partir de una carta, conocimos la relación que mantienen los niños de estos países con sus abuelos, comparándola con su experiencia propia Como broche final a dicho proyecto, y sin lugar a dudas el momento más emotivo para todos, recibimos en el colegio La Salle a un fantástico grupo de abuelos y abuelas, e incluso una bisabuela, de nuestro alumnado de 5º de Primaria. Comenzó el acto con las palabras de bienvenida de sus nietos y nietas agradeciendo el amor, dedicación, enseñanzas, paciencia, exquisitas comidas, mimos y muchas cosas más, que reciben cada día de ellos. La emoción que nuestros niños sentían por tenerles en su colegio y la ilusión con la que los abuelos que pudieron aceptaron la invitación, lo dice todo.
A continuación, para enriquecernos con la experiencia y sabiduría que atesoran, los nietos les hicieron preguntas que habían preparado y escucharon embelesados sus respuestas. Nos contaron a qué jugaban cuando eran niños y cómo aprovechaban al máximo el mejor juguete que un niño puede tener, “su imaginación”. ¡Nunca se aburrían!, una piedra para jugar a la luneta, aros, chapas, tabas, al escondite al pilla pilla….
También nos explicaron cómo conseguían su “dinerillo”. Sorpresa en nuestros chicos cuando les dijeron que no pedían dinero a sus padres porque no se lo hubieran dado. La mayoría hacía pequeños “trabajillos” para conseguir algunas monedas. Minoritariamente reconocían tener una paga de 5 pesetas que solían darles sus abuelos. Lo que les dejó realmente estupefactos fue saber que comenzaron a trabajar a los 12-13 años, un añito o dos más de su edad actual. Les parecía increíble porque ellos ven muy lejano el momento de iniciar su vida laboral.
Les hablaron del servicio social, sin paga, durante 2 años que hacían las mujeres o de la mili que hacían los hombres. Ambas experiencias habían sido significativas para ellos. Un participante les habló de su estancia en el Comandante Aguado, muy agradecido por todo lo que le aportó dicha experiencia.


A nivel académico, resaltaron la importancia y calidad de la enciclopedia Álvarez, la riqueza de su contenido que aprendían perdurando dicho conocimiento en el tiempo. Algunos de su experiencia universitaria, diferente a la de ahora.
Nos acercaron a la vida en una masía, y supimos que en ocasiones, contaron en las mismas con maestros para impartir clase a los hijos de los masoveros. Nos explicaron que algunos de ellos tenían que caminar mucho tiempo para llegar a la escuela, e incluso madrugar un poco más para realizar algunas tareas en sus casas antes de comenzar la actividad lectiva.

En otras zonas como la sierra de Gúdar, los chicos tenían que caminar un largo trecho para llegar a la escuela y algunas veces con importantes nevadas. Los padres no les acompañaban a la escuela como ahora porque estaban inmersos en sus tareas.
Sorpresa en las caras de nuestros chicos al escuchar que bastaba con la ropa de diario y la de los domingos. En el armario sobraba espacio para albergar la ropa de todos.
En los crudos inviernos de aquellos años, el fuego del hogar o el brasero eran la única fuente de calor. En las habitaciones mucho frío que intentaban vencer con las bolsas y botellas de agua caliente en las camas.
Son tantas las vivencias que compartieron con nosotros….. ¡Qué riqueza para nuestros chicos escucharlas!
Para finalizar, degustamos todos juntos las exquisiteces que habían preparado. Nadie cocina como nuestras abuelas y abuelos, todo sabe diferente. Almuerzo charrado compartiendo recuerdos.
Con un ¡Viva los abuelos! Y el aplauso de todos, pusimos fin a una inolvidable velada.